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miércoles, 21 de noviembre de 2012

¡El estúpido te amo!


¡Siento que te amo!
Hace unos días me encontraba platicando con una amiga en un chat común: al poco tiempo me di cuenta de que las cosas no estaban tan bien como de costumbre, después de un rato empezó a berrear, despotricar y maldecir a su novio... ufff yo estaba sorprendido de las aseveraciones tan críticas del momento, ¡era noticia!... ¡Es un imbécil!; ¡ya no quiero seguir, lo odio!.... decía.

Pensé que tal vez era la calentura del momento, ¡mañana lo amará como de costumbre!....  pero no fue así; los días seguían y se seguía aseverando vilmente en mi pantalla:

"e.s.  u.n.  i.m.b.é.c.i.l", junto con  las mismas maldiciones que se empezaban a hacer costumbre, tanto que en mi cabeza lo empezaba a comparar como el peor Quijote que haya existido de la pluma de Cervantes, tratando de conquistar el corazón de su tonta aseverante, grosera y joven dulcinea.

La historia terminó así:

René dice: Que onda, ¿ya las aguas volvieron a la normalidad?

Ella dice: Si, un poco....

René dice: Después de decirle ESTÚPIDO viene a continuación el.... ¡ESTÚPIDO, TE AMO!

Ella dice: así es.... ¡lo AMO AL IMBÉCIL!

René dice:...... (Sin palabras).

Es increíble lo que puede hacer el llamado "amor", pasar según de un te amo a un te odio, de un estúpido a un estúpido te amo; no sé que tan cierto puede ser el sentimiento cuando la complicidad se torna antagónica, " a puro amor apache a veces subsiste nuestro amor";  la realidad es que: ¡nunca digas de esa agua no beberé! por que... ¡cae más rápido un hablador que un cojo!

 Y al final no importa como se escriba, el resultado  trae la misma aseveración:

¡QUE ESTUPIDO!...  ¡TE AMO!;

TE AMO, ESTUPIDO!

QUE ESTUPIDO ES EL ESTUPIDO TE AMO.

Y saben que de nuestra parte en algunos momentos y por unos instantes de nuestra vida  es reciproco el sentimiento, ya depende de cada quien darle la aseveración y la acentuación que se merece cada relación; ponerle mas realidad a una que a otra afirmación; o a las dos, dependiendo EL CASO, LA OCASIÓN Y EL CORAZÓN.
René M. Kueyatl

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