Vienes y te vas siempre que puedes. Soy fan de tus censuras, tus huidas.
Kueyatl
|
Te conocí en el bosque una tarde al medio día, tus ojos daban brillo al resplandor de oriente; no era de esperarse que me fijara más en tú blusa, esa real y loca blusa roja a rayas blancas, que dejaba poco a mi imaginación precoz, y más a mi intento de "Don Juan Garcesco", la del conquistador galante que te veía pasar sin conocerte.
Parecía a la distancia que los dos botones que tenías en esa blusa claudicaban en cada movimiento, en su intento de aferrarse a la tela, parecian tantas cosas buenas, ¡desprendidas!.
Te movias bien y bonito, tenías estilo en esos pantaloncillos cortos, blancos, entallados; era tierna tu belleza, interesante hasta en la hondura de tu ombligo; tenías cadencia en tus caderas, había orden en tu espacio, armonía en tú silueta.
El labial recorría finamente tus labios, lo hacia perfecto a tu boca, indeleble, ¡era rosa esa leve sonrisa desdeñosa!.
Y alargabas mis ansias con tu paso, alargabas mi agustia y mi afán por conocerte...
Parecía a la distancia que los dos botones que tenías en esa blusa claudicaban en cada movimiento, en su intento de aferrarse a la tela, parecian tantas cosas buenas, ¡desprendidas!.
Te movias bien y bonito, tenías estilo en esos pantaloncillos cortos, blancos, entallados; era tierna tu belleza, interesante hasta en la hondura de tu ombligo; tenías cadencia en tus caderas, había orden en tu espacio, armonía en tú silueta.
El labial recorría finamente tus labios, lo hacia perfecto a tu boca, indeleble, ¡era rosa esa leve sonrisa desdeñosa!.
Y alargabas mis ansias con tu paso, alargabas mi agustia y mi afán por conocerte...
Y tú observando todo lo que a tus ojos lucía intereresante, ¡hermoso!...
El arbol que entre sus capas guarda secretamente los años, la alfombra tapizada de flores amarillas, el camino donde marchan las hormigas, la libélula que pasa presurosa porque ya se le hizo tarde, ¡muy tarde!.
Observabas el frío y caudoloso río que a lo lejos resuena al compás del trinar de los pájaros, esos que revuelan entre las ramas; o la mariposa que asemeja en sus alas tú hermosura, todo te gustaba, con todo te perdías, te quedabas, soñabas... y mis suspiros eran casi visibles como el humo del cigarro... Quería conocerte lo sabes, saber de ti y de tú sombra, pero pasaste de largo sin ni si quiera mirarme... la rana saltaba y pasaba confundiendose con el verde paisaje.
El arbol que entre sus capas guarda secretamente los años, la alfombra tapizada de flores amarillas, el camino donde marchan las hormigas, la libélula que pasa presurosa porque ya se le hizo tarde, ¡muy tarde!.
Observabas el frío y caudoloso río que a lo lejos resuena al compás del trinar de los pájaros, esos que revuelan entre las ramas; o la mariposa que asemeja en sus alas tú hermosura, todo te gustaba, con todo te perdías, te quedabas, soñabas... y mis suspiros eran casi visibles como el humo del cigarro... Quería conocerte lo sabes, saber de ti y de tú sombra, pero pasaste de largo sin ni si quiera mirarme... la rana saltaba y pasaba confundiendose con el verde paisaje.
Esa eras tú Princesa, la de cinturita firme y vientre sano, la del escote pronunciado y buenos muslos; la que a veces se dejaba ver más allá, un poquito más allá....
Y despertabas en las madrugadas la ansias de tocarte, devorarme tú cuello, tú silueta, cada pedazo de piel que completa tu hermosura; inducias el saberte, degustarte entre el café de mis mañanas.
Y levantabas muy a lo alto, por las nubes, por el cielo mis impulsos, el gusto por tus ojos, por tus letras; despertabas el instinto de comer y de comernos uno a uno, punta a punta, palmo a palmo.
Y despertabas en las madrugadas la ansias de tocarte, devorarme tú cuello, tú silueta, cada pedazo de piel que completa tu hermosura; inducias el saberte, degustarte entre el café de mis mañanas.
Y levantabas muy a lo alto, por las nubes, por el cielo mis impulsos, el gusto por tus ojos, por tus letras; despertabas el instinto de comer y de comernos uno a uno, punta a punta, palmo a palmo.
Y sí, realmente es verdad, no escribo sin saberlo, nos conocimos más de una vez, más que una tarde al medio día, fueron muchas noches compartiendo la fogata... ella con sus desdenes a distancia, su capricho, sus cambios de ánimo, su elegancia, Su y Mi inmadurez tan necesaria, con los detalles, con los impulsos, las ocurrencias, con las palabras; y yo con mi sencillez acuestas en los escombros de mi tonta locura.
Esa eras tú, la Princesa de mi cuento censurado;
siempre tú, la niña de la historia irrealizable.
siempre tú, la niña de la historia irrealizable.
Kueyatl
No hay comentarios:
Publicar un comentario