Casablanca |
Te hablaré dulcemente sin
problemas, ni orgullo; no
son tus ojos los que pierdo, ni ese rojo incandescente de tu boca, no dominas
mis pasos, ni mis rumbos, ni mi voz, ni mis letras. Solo existe esa buena emoción
de saberte perdida mucho antes de que todo fuese hecho, no hay un sol en ese
fuego que me haga acercarme por el frío, no hay apuestas, ni volados por jugar,
ni juegos de azar donde obtenga triunfalismos vanos, insanos, tan solo es el
simple final. Única e innecesaria te vuelves a mi vida, vienes y te vas como
taxi manejado por la prisa, como una ida al mercado de valores sin nada que
comprar, no hay estrellas, ni paisajes desiertos que opaquen mi vista, no hay
cigarros por fumar, ni siquiera unas cuantas gotas caen a mi rostro de tu
cielo, de tu huida, en ese camino húmedo que recoge uno a uno mis pasos. René M. Kueyatl
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